Seguro que los dioses del Olimpo no sabían lo descorazonador que es empeñarse en mantener limpia y en orden una casa de pueblo. Si lo hubieran sabido, al pobre Sísifo, en lugar de hacerle subir la misma piedra montaña arriba, una y otra vez a lo largo de toda la eternidad, le hubieran dado una fregona y que limpiara los suelos de cualquier casa como la de mis padres. Créanme, esta sí es una labor titánica, y más si a la casa le añades un padre cocinillas y fogonero de más de 80 años.
Y claro, tú, tan clase media, llegas a tu pueblo empapada del espíritu Downton Abbey, a tu pueblo cuya campiña, piensas, nada tiene que envidiar a la inglesa; con tu gabardina verde encerada, tu té y hasta el punto de cruz, pensando en la serenidad, con tanta clase, de una tarde de lluvia frente a la chimenea. Te acicalas y te pones transcendente hasta que percibes que empiezan a llorarte los ojos y que, tal vez, ya huelas como las del amor brujo. Y las gallinas de tu padre, por Dios, siempre empeñándose en romperte los esquemas, y venga a cochinear, si hasta los huevos los ponen llenos de excrementos. Con la clase que destilan la duquesa de Devonshire y sus gallinas en las páginas del Hola. Y sin embargo, aunque ahumada, debes reconocer, te sientes en paz.
Ya que esas casas de pueblo como la tuya, esos caserones tan faltos de clase, hechos a trompicones durante toda una vida, con mezclas de estilos imposibles, tan parcheadas, representan lo mejor de nuestra sociedad: la idea del hogar como vínculo, el cuidado de los más débiles, un anclaje seguro frente a las tormentas de la vida. Nos recuerdan el esfuerzo tan grande que hicieron nuestros padres para poder darnos una vida mejor que la que ellos tuvieron. Unos padres, como el mío, que a pesar de la edad siguen empeñados en mantener las despensas llenas, las casas abiertas, y el fuego encendido. Aunque, papá, no estaría de más que usaras la campana extractora, que de verdad es un gran invento.
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
LA BARRERA CUTÁNEA
El estrato córneo tiene una estructura simple en células planas, dispuestas en capas y separadas por un fino revestimento de grasa. Estas células sufren variaciones, en un ciclo de 4 a 6 semanas que comienza con la división de las células en la capa basal de la epidermis, y termina con el desprendimiento en forma de escamas. Todo este proceso tiene cuatro etapas clave:
– La formación de queratinocitos y corneodesmosonas, que son como los ladrillos y el cemento, una barrera contra las agresiones externas y la pérdida de agua.
-La formación de los lípidos, una bicapa que repele la penetración de sustancias químicas.
-La formación del fáctor hidratante natural, al degradarse la filagrina de los corneocitos en aminoácidos, que mantienen el estrato córneo hidratado.
– Desprendimiento ordenado de los queratinocitos en forma de escamas.
Sin la barrera cutánea los mamiferos no podríamos sobrevivir debido a la deshidratación y por la penetración de microorganismos y sustancias químicas. Una barrera sana mantiene la piel hidratada, jugosa, y evita el color cetrino y apagado que produce la luz al dispersarse por una superficie irregular.